El país tiene –una vez más- una oportunidad que no debe desaprovechar. Al mundo le sobra capital, Argentina tiene recursos naturales y humanos.
Con 42% de la población bajo la línea de pobreza, equivalente a 19 millones de personas, puede afirmarse que la totalidad del aumento de la población de Argentina desde principios de la década de 1970 hasta la actualidad es pobre. Independientemente de las fortunas mejores o peores a nivel individual, a nivel total de la población esa es la realidad. La Argentina ha sido una verdadera “fábrica de pobres” durante esos casi 50 años. Además del empeoramiento de la totalidad de los indicadores socioeconómicos, la deuda externa total (pública y privada) aumentó de u$s6,000 millones a principios de los 70 hasta alcanzar alrededor de u$s400,000 millones en la actualidad. Es decir, desde principios de los 70 hasta hoy, no solo la economía argentina ha “fabricado” 19 millones de pobres sino que además se endeudó muy significativamente.
Esta larga (y carísima) decadencia, con algunos efímeros períodos de bonanza derivados de altos precios de “commodities” y/o acceso a financiamiento del exterior, hace que actualmente -profundizado por los efectos de la pandemia- haya pocas expectativas sobre el futuro del país. Sin expectativas positivas no hay inversiones, sin inversiones no hay creación de empleos productivos. El círculo vicioso se retroalimenta y hace que cada vez sea más difícil encontrar una salida.
En un mundo globalizado, los países compiten por inversiones que -prácticamente en todos los casos de producción de bienes- se orientan a mercados regionales o globales. Argentina debe competir con los demás países de la región, que en general ofrecen macroeconomías más estables y previsibles, menor carga impositiva y contextos sociales menos conflictivos. Los inversores saben que –tarde o temprano– las cuestiones propias del país adonde invierten impactan también sobre sus inversiones.
El mundo está actualmente con un altísimo nivel de liquidez. Los principales bancos centrales -vía emisión monetaria- cuadruplicaron el tamaño de sus balances entre 2006 y 2020. Los activos financieros globales equivalen actualmente a entre 5 y 10 veces el valor del PBI global. El endeudamiento de las principales economías es del 250% del PBI. Esta situación, que se refleja en tasas de interés muy bajas o inclusive negativas, es altamente probable que se mantenga por largo tiempo hasta que se restablezcan niveles de endeudamiento menores. Hay además “apetito” por mayor riesgo –para obtener mayores retornos– como lo prueba la valuación de los mercados de acciones.
Argentina tiene –una vez más- una oportunidad que no debe desaprovechar. Al mundo le sobra capital, Argentina tiene recursos naturales y humanos. La agroindustria podría incrementar sus exportaciones en u$s25,000 a u$s30,000 millones por año según el plan que fuera presentado por un grupo de entidades del sector. En el sector energético los cambios en curso desde los combustibles fósiles hacia energías renovables (autos eléctricos, generación solar y eólica), son una gran oportunidad para los países con recursos mineros (litio, cobre, otros), como Argentina, que tiene 75% de su territorio con potencial minero no explorado. Solamente exportando en minerales la mitad que Chile podrían aumentarse en u$s20,000 millones/año las exportaciones. Otro caso es Vaca Muerta, cuyo potencial exportador bajo distintos escenarios ha sido estimado entre u$s10,000 millones a u$s25,000 millones por año. En el entorno actual de tasas globales, Argentina podría atraer cientos de miles de millones de dólares en inversiones.
Lamentablemente a Argentina “su pasado la condena”. Ha sido un “defaulteador” serial a lo largo de su historia y no ha logrado mantener un esquema económico estable través del tiempo. Los inversores globales tienen preferencias en cuanto a sistemas económicos adonde radicar sus inversiones, pero más que un determinado sistema lo que quieren es estabilidad en las reglas. Si se decide invertir bajo determinadas reglas, que las mismas sean respetadas a lo largo del tiempo.
Por lo tanto, para atraer inversiones habría que otorgar -mediante una ley del Congreso- libre disponibilidad de las divisas -nadie entra adonde no puede salir- y jurisdicción extranjera para la solución de eventuales conflictos. Con esto se podría bajar el actual “riesgo- país” del orden del 15% anual en dólares. No faltarán críticos a esta propuesta que enarbolarán cuestiones tales como la soberanía. “La única verdad es la realidad”: un país con casi la mitad de su población pobre carece de soberanía, dado que difícilmente pueda ser artífice de su propio destino.
Fuente: ámbito