El 11 de mayo se cumplen 40 años de la muerte de este músico jamaicano que, pese a haber fallecido con sólo 36 años a consecuencia de un cáncer, fue uno de los grandes iconos de la música del siglo XX
Robert Nesta Marley nació el 6 de febrero de 1945 en la pequeña localidad jamaicana de Saint Ann’s Bay. Fue hijo de Norval Marley, un capitán del ejército británico de raza blanca, que, forzado por la presión social, abandonó al niño y su madre, una negra jamaicana de 19 años llamada Cedella Booker. Marley murió cuando el futuro músico tenía 10 años.
Bob creció en Trenchtown, un arrabal de Kingston, la capital jamaicana, donde pasó su adolescencia aprendiendo a sobrevivir en unas calles donde se acumulaba la pobreza, pero siempre había alguien haciendo música.
Cuando Marley era joven, en Jamaica –donde el 80% de sus dos millones de habitantes eran negros– se bailaba el ska, una mezcla de calypso, rhythm and blues, soul y ritmos caribeños. La música estaba por todas partes y Bob quiso probar suerte como profesional en ese mundo y, en 1964, con un modestísimo sello discográfico, formó su primer grupo, The Rudeboys, con el que grabó sus primeras canciones. “Judge Not” y “Do You Still Love me?” fueron los temas de aquel primer sencillo que no tuvo ningún éxito.
Tampoco caló entre el público su siguiente disco, con temas inspirados en música “country”.
Una música contra la corrupción y el odio
Con dos amigos de su juventud en Trenchtown –Peter Tosh y Bunny Livingstone– formó el grupo The Wailing Wailers, cuya música iba a ser el punto de partida de un nuevo estilo musical: el reggae, una música cálida, rebelde y con mucha cadencia que se convertiría en símbolo del inconformismo social y de reivindicación del mestizaje.
Según Marley, se trataba de “una música de combate” contra la corrupción, el odio y la represión. Poco después, el cantante Desmond Dekker consiguió que Marley tocara para el productor más importante de Jamaica, Clement Dodd. Tanto le gustó su música que les ofreció hacer su primera grabación de calidad. Así surgió “Simmer Down”, tema que vendió más de 80.000 copias, convirtiéndose en un éxito.
Un único matrimonio, pero muchas amantes
En 1966, Bunny Livingstone fue encarcelado por posesión de marihuana y Marley, que acababa de casarse con Rita Anderson, una joven corista de su grupo con la que tendría cuatro hijos (Sharon, David, alias Ziggy, Cedella y Stephen), abandonó el país.
El músico, que tendría otros siete vástagos por sus múltiples infidelidades, se instaló en Delaware (EEUU), donde vivía su madre, que se había casado. Ella le buscó trabajo en una fábrica de la firma automovilística Chrysler, experiencia que luego plasmaría en su canción “Night Shift”. Pero un emigrante ilegal y fumador de marihuana no podía estar bien visto en EEUU y su estancia en el país norteamericano fue breve. Así que volvió a Jamaica.
Allí, los Wailer volvieron a tocar juntos y, con la ayuda del productor Lee Perry, sacaron al mercado 11 “singles” en sólo un año, componiendo canciones tan emblemáticas como “Trenchtown Rock”, “Lively up Yourself”, “Soul Rebel” y su primer éxito internacional, “Duppy Conquerer”.
Fiel seguidor del movimiento rastafari
Para entonces, Marley era un devoto incondicional del rastafarismo, movimiento religioso surgido en Jamaica en los años 30 que abogaba por la supuesta divinidad de Haile Selassie, el último emperador de Etiopía, quien debería liderar la vuelta de las personas negras de ascendencia africana a una tierra prometida en la que reinaría la justicia. El verde, dorado y rojo son los colores de los rastafaris, que llevan trenzas rastas y creen que fumar cannabis ayuda a la meditación y a la introspección religiosa. Musicalmente, el rastafarismo asimiló estructuras percusivas africanas en el folclore jamaicano.
Bob y los componentes de su grupo, con sus familias, se trasladaron a Saint Ann’s Bay, donde vivieron en régimen de comuna, algo muy usual entre los jóvenes de aquella época.
En 1970, los Wailers montaron su propio sello discográfico. Pese a los excelentes temas que grabaron y las enormes ventas que tuvieron, la discográfica se hundió año y medio después por una pésima gestión económica.
En 1971, el grupo cruzó el Atlántico acompañando a Johnny Nash, con el que tocaban canciones como “Reggae on Broadway” o “Stir it up”. En Londres contactaron con Chris Blackwell, un jamaicano blanco y propietario de Island Records, sello que marcaba tendencias en esa época. Convencido del gran potencial de la música reggae, Blackwell contrató a Marley poniendo a su disposición medios y dinero. Tres meses después, el productor tenía la cinta máster de lo que sería el primer elepé de gran éxito internacional de los Wailers: “Catch a Fire”, editado en 1973.
A ese primer larga duración siguió otro, que contaba entre sus temas con el famoso “I Shot the Sheriff”, que el músico Eric Clapton convirtió en superéxito mundial. Cuando todo parecía que iba bien, Tosh y Wailer empezaron a tener diferencias con Marley. Éste, finalmente, decidió romper con ellos y formar un nuevo grupo, que llamó Bob Marley and The Wailers, del que formó parte su propia esposa. Con esta formación, Marley grabó la que se considera como su obra maestra, “Natty Dread”, en la que se incluyeron dos canciones maravillosas: “No Woman, no Cry” y “Them Belly Full”.
En 1976, en vísperas de un concierto de apoyo al líder del partido progresista de Jamaica, unos pistoleros entraron en su casa de Kingston y dispararon contra él y su mujer. Lo hirieron en un brazo aunque, para dar impresión de que no había pasado nada, Marley actuó al día siguiente. Pero la agresión tuvo efecto y, poco después, se exilió con su familia a Miami (Florida). Allí compondría “Exodus”, su disco más politizado, el más identificado con la lucha contra la opresión de las razas y las clases sociales.
Un cáncer que empezó en un dedo del pie
En 1978, tras haberse vuelto a instalar en Jamaica, inició una gira por Europa, que incluyó España. A finales del verano, Marley se lesionó un pie cuando jugaba al fútbol, lo que llevó a detectarle un melanoma acral lentiginoso, un tipo de cáncer de piel que se localizaba debajo de la uña de su dedo gordo del pie. Los médicos aconsejaron la amputación del dedo para evitar que el cáncer se extendiera, pero el músico se negó por cuestiones religiosas. Siguió un tratamiento, pero no dio resultado y el cáncer se extendió. Primero, a los pulmones y, después, al cerebro, donde ya fue mortal.
Después de varios meses de tratamiento en Alemania, el 11 de mayo de 1981 el músico falleció en una clínica de Los Ángeles. Tenía 36 años y sus últimas palabras fueron a Ziggy, uno de sus hijos: “El dinero no puede comprar la felicidad”. Diez días después recibió un funeral de estado en Jamaica y fue enterrado con una de sus guitarras en una capilla próxima al lugar donde nació.