Esta semana terminé Orphan Black, una serie canadiense con una actriz increíble que la rompe, y realmente no sé qué hacer. Pasa que Orphan Black se convirtió en mi serie favorita y ahora que la terminé NO SÉ QUE VOY A HACER más que seguir mi duelo personal. Es más jamás esperé tanto para empezar una nueva.
Pasa que no hay nada más hermoso que encontrar una serie que sentís que fue hecha para vos. Y así como es bellísimo, es trágico quedarse sin ella, que fue compañera de aventuras de ficción y válvula de escape mientras la vida se ponía jodida.
Realmente creo que es muy importante hablar de lo que sucede anímicamente luego de terminar una producción televisiva que nos conquistó, entretuvo durante fines de semana, acompañó durante momentos que debíamos hacer otras cosas y mientras lidiamos con las cosas de la cotidianeidad.
Y sí, podríamos culpar a Netflix, a Amazon, a la capacidad de no poder parar de ver un capítulo tras otro, o hasta Lost, que dicen que fue el culpable de cambiar la forma de consumo de series. Es que por si no sabían esto antes no pasaba, tenías que hacer zapping, y había horarios fijos y había esperas de una semana. Y también muchos cortes abruptos sin saber jamás que mierda pasó.
En fin, hay quienes dicen que al terminar una serie se siente un vacío similar al de una separación sentimental o hasta la perdida de un ser querido (no sé si tan así). Algunos especialistas explican que une puede experimentar apatía y anhedonia, es decir pérdida de motivación y pérdida de la capacidad de experimentar placer. CHAN!
Y ante esto, la recomendación es mirar varias series a la vez para sufrir menos. No sé si efectivamente hay una solución, si mirar muchas hace menos mal, si no mirar es la mejor opción, yo no puedo no estar mirando varias a la vez (aunque soy quisquillosa con lo que veo).
Así que pese a la depresión seriéfila, lo mejor creo yo es darse una panzada de más historias y más todo, al fin y al cabo la vida es una, y aveces una forma de disfrutarla en el tiempo de ocio es a través de la pantalla.