Es un ritual, un creador de momentos, pero la pandemia del covid-19 ha venido a alterar una de las costumbres sociales más intrínsecas de los argentinos: la de compartir un mate, la infusión nacional por excelencia.
Estaba el mate mañanero, el que se compartía con la familia y que acompañaba bizcochitos o masas dulces, conocidas como facturas. Podía ser también el mate que pasaba de mano en mano entre compañeros de trabajo. El de la merienda, ya por la tarde, para abrir un espacio de encuentro tras la comida y antes de cenar.
Y luego estaba el mate improvisado, el que podía surgir en cualquier encuentro pautado o imprevisto, el que no requería especial confianza. Servía para abrir una ventana de diálogo, por más intrascendente que fuera la charla. Apenas un par de cebadas, como se conoce al hecho de agregar agua caliente al mate.
Hasta que, en plena pandemia por el covid-19, llegó la recomendación sanitaria de no compartirlo más. Más allá de los consejos emanados, parecía sentido común. “Cada uno con su mate, nos cuidamos entre todos”, rezaba el lema de una campaña que lanzó en septiembre de 2020 el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM).
La recomendación vino a sacudir uno de los hábitos más asentados entre los argentinos, propio también de paraguayos, uruguayos y algunos brasileños, al trastocar el sentido social del mate. En un país donde el 90 por ciento de los hogares tienen yerba mate en su casa, dejaba de compartirse esta bebida popular. Mate sí, pero cada uno el suyo.
El mate en solitario es menos sugerente, a decir por las cifras de consumo. Lejos de lo que puede asumirse, la demanda de esta planta ha disminuido en los últimos meses. Entre enero y noviembre de 2021 se consumieron 261,4 millones de kilos de yerba mate, según el INYM.
Esta cifra representa 2,7 por ciento menos que en el mismo tramo de 2020, cuando comenzó la pandemia, y 5,5 por ciento menos que en 2019.
SOLO A VECES
Norberto tiene 70 años y vive solo. Suele tomar mate en su casa y afirma que no es de frecuentar lugares donde se tome esta bebida. Para compartirlo, afirma, “tiene que ser un familiar conocido que esté vacunado, o algún conocido muy íntimamente”. ¿Amigos? No, amigos no tiene. “Generalmente se trata de mujeres, hombres no”, se excusa en diálogo con la Agencia Sputnik. “Es una conexión bastante íntima de acercamiento como personas”.
Son tres las personas con las que comparte la yerba. Mujeres, claro. “Sé que ellas no comparten mate con otras personas”, desliza quien define el mate como un vicio. Asegura que sus compañeras sí saben que él lo comparte con las otras dos.
Antes de la pandemia, el 96 por ciento de quienes tomaban esta infusión la compartían con otras personas, según un estudio dado a conocer a finales de diciembre por investigadores de las Universidades de Rosario, en la provincia de Santa Fe (centro-este) y de la de Entre Ríos, en la jurisdicción de mismo nombre (este).
Con la llegada de la pandemia, el 71 por ciento de los consumidores reconoció que solo compartía su mate con su grupo familiar o conviviente, de acuerdo al trabajo “Cambios culturales en la ronda de mate en la Argentina: énfasis en las condiciones de aislamiento por covid-19“.
La mitad de los encuestados aseguró que volvería a la tradición de compartir el mate una vez finalizada la pandemia.
Uno de cada cinco entrevistados, por otra parte, reconoció que había incorporado otras infusiones en su día a día.
No es el caso de tres amigas que se encontraban reunidas en una plaza céntrica de la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal. Bajo un calor que empezaba a tomar brío con el correr de la tarde, cada una estaba sentada con su mate y su termo en torno a una pequeña mesa de piedra.
“Pese al calor, tomamos mate, no tereré (infusión con agua fría)”, aclara Mónica. “Antes siempre compartíamos el mate. Ahora, con la pandemia, cada una toma el suyo, pero compartimos igual el tiempo”.
Las tres mujeres, originarias de la provincia de Salta (norte), reconocen que siguen socializando a través de las conversaciones, de las charlas, “porque por un tema de trabajo no nos vemos todos los días”, añade Mónica.
Esta mujer, de unos 50 años, admite que solo comparte el mate con su hija, cuando está en su habitación. Su amiga Rocío lo hace con su pareja, “pero no toma casi, así que poco”, matiza. Pamela vive sola, así que están ella y su mate siempre en solitario. “Aprovechamos el aire libre para cumplir todos los protocolos, siempre que se pueda”, dice.
Declarada como infusión nacional en 2013, la yerba mate, consumida desde el siglo XVI, fue declarada en 2018 Patrimonio Cultural del Mercado Común del Sur (Mercosur), unión que actualmente integran Brasil, Paraguay y Uruguay, además de Argentina.
Fuente: Sputnik