Después de dos años sin visitar la Argentina, volvió para dar shows, filmar videoclips y presentar su nuevo vino
Tras dos años de ausencia en la Argentina, Covid mediante, Gustavo Santaolalla volvió en diciembre para presentar un nuevo vino de su bodega, dar conciertos, filmar un video clip… Y la lista sigue. A sus 70 años, reconoce, ni la pandemia logró sacarlo de su costumbre de hacer todo a la vez: “Yo no tuve tiempo para parar y reflexionar. Estuve súper ocupado”, cuenta y luego enumera sus múltiples trabajos que van de una canción con Jarvis Cocker hasta un proyecto para la NASA… “que no es para la Tierra”. Lo que sí es bien terrenal es su nuevo vino, algo de lo que le gusta mucho hablar.
–Tu bodega Cielo & Tierra tiene ya unos cuantos años. ¿Qué aprendiste de hacer vino?
–Aprendí que es muy parecido a la música: es algo que requiere de tiempo y que está lleno de secretos que nunca parás de descubrir. Yo hago música desde los 5 años y todavía no paro de descubrir cosas y, al mismo tiempo, de darme cuenta qué llena de misterios está la música. Con los vinos te pasa lo mismo. Creés que sabés salgo y de pronto descubrís que no conocés nada; y cuando de nuevo creé que ya sabés algo, ves que no entendiste nada. Es un continuo aprendizaje.
–Contame acerca de tu nuevo vino.
–El DJN Gran Corte continúa con una idea y un concepto que tuvimos desde el principio, tratar de crear vinos que tuvieran una combinación de las cosas que mí me gustaban, que tienen que ver con el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo. Siempre me encantó de los vinos europeos la elegancia, la complejidad y un cierto nivel de acidez que iban mucho mejor con la comida que algunos vinos del Nuevo Mundo, demasiado frutados. Mi sueño era conseguir un balance de las dos cosas. Y siguiendo esa idea este nuevo vino es un ensamble de Malbec y Petit Verdot, y es lo más complejo que hemos hecho. Son 2500 botellas, y no sabemos cuándo va a haber de nuevo: perdimos algunas cosechas por la pandemia, otras porque no salió bien el Petit Verdot. Veremos con la cosecha del año que viene, pero esto es algo único, como una guitarra hecha por un luthier.
–Sos una persona que hace un montón de cosas al mismo tiempo, ¿la cuarentena te llevó a focalizar o a seguir multiplicando proyectos?
–Uno dice que esto da la oportunidad de parar y reflexionar. Bueno, yo no tuve tiempo para eso. Estuve súper ocupado. De hecho muchas cosas que hice en la pandemia están saliendo ahora: la música de la nueva temporada de Narcos México; la de la serie Maya y los Tres; otra serie que va a salir en Netflix en enero, que se llama The House, y en la cual además de hacer la música hice una canción con Jarvis Cocker, el cantante de Pulp; la película largometraje con Tom Hanks para la productora de Steven Spielberg y Robert Zameckis, que se llama Finch… Un par de proyectos que estoy haciendo con la NASA: uno que ya se inauguró en Cabo Cañaveral, que es un mural de video con música mía, que ahora vamos llevar por distintos lugares del mundo. Y otro proyecto que no es para la Tierra, del que todavía no puedo decir nada. Estuve filmando un video de una canción colaboración de Bajofondo con un chico que hace trap, y estamos empezando a trabajar en el próximo álbum de Bajofondo; rearmando la gira mía solista con conciertos que me quedaron colgados por la pandemia; acabo de venir de gira por España con otro formato, que soy yo con orquesta sinfónica; y el videogame The Last of Us, que ahora se convirtió en una serie de HBO. Vuelvo y me zambullo en eso.
–Daría la sensación que la pandemia no logró sacarte de tu eje.
–No. Pero sí igual fue una experiencia estar todo el tiempo en un lugar. Yo he tenido esas experiencias en otros momentos de mi vida. Estar en Arco Iris fue vivir medio aislado. Y también emigrar: cuando me fui a Estados Unidos, al principio tenía un poco ese estar aislado. Ahora no me afectó tanto como siento que a mucha otra gente le afectó, que de pronto dejó de trabajar. Yo seguí haciendo música, seguí creando, seguí grabando.
–¿Te dejó alguna enseñanza?
–Me abrió más preguntas sobre nosotros. Sobre toda la situación en general. Obviamente, como todo el mundo, confundido. Creo que estamos en un momento de una gran confusión. Yo digo que se parece al final de “Day in the life”, de los Beatles, cuando la orquesta hace ooooooooo y te das cuenta de que va a llegar ese acorde y no sabés si el acorde marca el final de algo o el principio de otra cosa. Pero vamos rumbo a ese acorde. Esa es la sensación que ahora se siente, como un aumento en la velocidad.
-Contame tu colaboración con Jarvis. ¿Cómo surgen esas cosas?
-Mirá, son gestos. Jarvis, que es actor también, hace la voz de unos de los personajes de The House. “¿Y si en los títulos hago una canción con Jarvis?, les tiré la idea y se volvieron locos. Después había que ver si el tipo quería. Y el tipo se entusiasó. Lo hicimos por zoom, pegó una onda hermosa, me hice reamigo.
-Vos atravesás fácilmente estilos y géneros…
-Trato.
-…. pero uno te escucha cantar y al final te sale una impronta rockera.
–¡Soy roquero! Todo lo que hago yo tiene una impronta roquera. Es una de las cosas que me definen. También tengo una impronta clásica. Pero el rock es una de mis características, que tiene que ver con el voltaje, con la intensidad, el desenfado, el por qué no, el desafío, el peligro. Todas esas cosa que me gustan y que son parte de lo que soy.
-¿Crees que el rock como movimiento sigue manteniendo…
–En 50 años escuché tantas veces que el rock ha muerto. Creo que es una energía muy primal, que ha sido tomado como un gran vehículo para manifestar la insatisfacción que los jóvenes tienen contra el establishment, y eso no se va a perder nunca. Siempre va haber un par de chicos en un garage. A lo mejor no con guitarra eléctrica, pero ese espíritu siempre va a estar. Yo digo que el rock ahora está en cuarentena, como el mundo. Porque aparecen virus, cosas que llevan a la cuarentena. La vacuna viene de Latinoamérica y tiene perfume de mujer.
–¿Pero sigue siendo contestatario el rock?
–Yo creo que hay de todo. Hay un rock que siempre termina siendo consumido por el establishment, y eso es histórico. Cuando llegué a los Estados Unidos yo venía de que me llevaran preso por tener el pelo largo y tocar con una guitarra eléctrica. Yo no hacía canciones políticas, no consumía drogas y no pertenecía a ningún partido político, y sin embargo me llevaban preso por ser músico de rock. Venía de la Woodstock generation, y cuando llegué a los Estados Unidos, en 1978, eso ya había pasado y los grupos de moda eran Boston, Kansas, Styx… todos grupos representantes del rock más corporativo que te puedas imaginar. Pero también en ese año se separaron los Sex Pistols y dejaron un reguero, nació una cosa nueva: el punk, el new wave. Había chicos que solamente sabían tres tonos, y yo me anoté en esa. Se armó una movida increíble, que en 10 años MTV se la fagocitó. El último gran estertor del rock anglo fue el grunge, pero terminó. Ahí empezó una cuarentena.
En Latinoamérica, el rock siempre tuvo contexto, por eso fue tan importante Rompan todo, para mostrar cómo nació acá el rock, en contra de qué background. Porque en la Argentina estaba la junta militar, en Chile Pinochet, en México la matanza estudiantil de Tlatelolco… Había una cosa en común. Y ahí estaban la guitarra eléctrica y el pelo largo. El rock es un instrumento contestatario, bien utilizado, pero mal utilizado es una música desechable. Lo usás y lo tirás.
–¿Ves hoy en el trap la bandera del rock?
–Wos es muy roquero. ¿Dónde está el límite? ¿Qué es rock? Hay una energía. En los últimos años ha subido muchísimo la venta de guitarras eléctricas, ¿y quiénes son hoy las principales compradoras? Las mujeres. Van a pasar cosas.
–¿Hay algo que no hiciste y te gustaría hacer?
–Muchas cosas. Me encantaría viajar al espacio. No sé si llego, pero voy a tratar. No sé si en esta vida.
–¿Seguís creyendo en la reencarnación?
–Sí, de alguna manera. Creo en que todo esto es una ilusión. No es real. Los aborígenes en Australia van a lugares energéticos a soñar porque consideran que cuando soñás es lo real, que esto es totalmente irreal. Lo pongo como ejemplo que reafirma este concepto de los hindúes de un mundo ilusorio… Pero es una ilusión muy linda, hermosa, que a mí me encanta.