Así lo señalaron desde la Asociación Argentina de Tartamudez, después de que el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro propuso la discusión de una ley nacional sobre el tema.
La atención familiar sobre el habla de niños y niñas en sus primeras etapas de aprendizaje es fundamental para el diagnóstico de la disfluencia, un trastorno que compromete el habla pero que, tratado adecuadamente antes de los 6 años, puede ser corregido, señalaron a Télam desde la Asociación Argentina de Tartamudez (AAT), luego de que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, planteara como “un desafío para 2022” la apertura de un debate sobre una ley nacional específica sobre esta problemática.
Hace unos quince años la carrera de fonoaudiología de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) cuenta con un seminario de especialización en alteraciones de la fluidez a cargo de la especialista Beatriz Touzet, que además es presidenta honorífica de la Asociación Argentina de Tartamudez (AAT).
Al respecto, Touzet afirmó que “siempre hubo muchos tabúes alrededor de la tartamudez y hasta hace quince años no se estudiaba en la carrera de fonoaudiología ni figuraba en las estadísticas de los hospitales; incluso las mismas personas con disfluencia trataban de pasar desapercibidas”.
“La disfluencia es un trastorno genético que compromete los circuitos de procesamiento del habla, lo que produce una alteración en la fluidez; las personas que tartamudean tienen una manera particular de procesar el habla en el cerebro pero eso no significa que sean menos o más inteligentes o más ansiosos que las personas que hablan de manera fluida”, subrayó.
La fonoaudióloga recordó: “Cuando yo empecé a estudiar en profundidad el tema en 1991 prácticamente no había estadística y se decía que tenían este trastorno en dos por ciento de la población mundial; con la aparición de los mecanismos de prevención se estimó que esa incidencia se redujo al 1,5 por ciento y los últimos datos internacionales indican que el 1 por ciento de la población registraría algún grado de disfluencia”.
“Lo más importante es que las familias estén atentas a los niños y niñas cuando comienzan a hablar, y si notan algún esfuerzo en el habla no duden en hacer consulta con un fonoaudiólogo especializado porque el habla nunca debe ser algo forzado; un diagnóstico temprano permite actuar antes que se consoliden las estructuras del lenguaje, hasta los seis años se puede estimular el habla antes que los comportamientos se vayan fijando por el ejercicio”, advirtió.
“Tenemos una sociedad que no comprende lo que significa hablar diferente, hay que acabar con los prejuicios y los estigmas porque las personas que no pueden hablar fluido no son menos inteligentes ni mucho menos; esos desconocimientos alientan conductas como el bullying, la discriminación o la burla que le pueden arruinar la vida a una persona”, añadió.
La investigadora enfatizó que “como es un tema que fue tabú para muchas personas, es difícil de abordar y eso demora diagnósticos, porque muchas veces hay familias que prefieren hablar de otras cosas para que el niño o la niña no quede asociado al estigma; por eso es fundamental cambiar esa percepción y también lograr que los jardines de infantes y los pediatras dispongan de la información para hacer la prevención y la derivación a tiempo”.
“Los programas de tratamiento validados a nivel internacional en la actualidad son muy eficientes en cualquier grado de disfluencia, por eso es importante alentar la capacitación de fonoaudiólogos sobre las alteraciones de la fluidez y que la población pueda encontrar estos profesionales en cualquier centro de Salud”, destacó.
“La AAT comenzó a trabajar en 1997 con voluntarios que impulsan acciones de prevención, difusión y capacitación; a partir del trabajo de este espacio en la formación de fonoaudiólogos surge la experiencia del consultorio en Tucumán y ahora se avanza en Salta, pero todavía tenemos que trabajar para que el acceso a estos servicios esté presente en todos los centros de Salud del país”, completó.
Agencia de Noticias Argentinas