Por Mariano Anton, Egresado Industrial (1995)
El proyecto abuelos de la banda, ha reunido a egresados de la Industrial apasionados por la Estudiantina, hasta ahí valioso, pero no tanto como lo que se generó hacia adentro y hacia afuera de la propia banda.
Hacia adentro de la banda, se produjo el fenómeno de volver a ser adolescentes de manera inexplicable, ensayos con días y horarios pautados, toma de lista, retos generales por tener algunos de nosotros las manos y los oídos algo duras, sentarnos en el piso a escuchar a los directores, volver a hablar de cueros, de chanchas, de ajustes y ni hablar de las emociones de volver a reencontrarnos un montón de gente diversa, como siempre ha caracterizado a la Industrial, pero ahora sumado a que algunos eran jefes de otros compañeros de banda, algunos profesionales, otros técnicos, profesores de la Indu, funcionarios, empresarios y algunos otros rumbearon para otros lados. Pero lo que en definitiva nos unía era esa extraña sensación de ser todos una sola y sublime cosa… INDUSTRIALES. Esa inexplicable pasión identificatoria, difícil de explicar, pero que nos hace a una diversidad (en esta oportunidad hasta de extremas edades), sentirnos parte de algo que nos trasciende y nos constituye a la vez. Es muy difícil encontrar a alguien que haya pasado por las aulas del Industrial no sentir un enorme orgullo por esa experiencia, y ahora de grandes, en nuestra cotidianidad, también hemos descubierto que es como una piedra de toque de una especie de comunidad de hermanos.
El esfuerzo, la dedicación, el compromiso que requiere el estudiar en la Industrial, posiblemente sea una orgullosa carta de presentación que no distingue edades, pero si genera una sonrisa de confianza entre quienes se identifican como tales.
Pero lo que acabo de describir posiblemente sea lo menos importante. Lo más valioso y sorpresivo en lo personal fue lo que generamos hacia el afuera de la banda de los abuelos, el apoyo alegre e incondicional de nuestras familias, de nuestros hijos e hijas, de los amigos de ellos, de actuales adolescentes y hasta egresados de otros colegios y en definitiva de la gente en general.
En lo personal siempre consideré a la Estudiantina un espacio sagrado de la adolescencia, un lugar donde con aciertos y errores, los jóvenes posadeños se apropian del espacio público, se auto organizan, deciden un proyecto común; eligen y validan a sus directores y directoras, ellos con la poca experiencia propia de la adolescencia lideran a sus pares. Se auto disciplinan todos en pos de un proyecto colectivo. Administran y equilibran sus tiempos y en la actualidad la Estudiantina hasta le gana a las pantallas y sus múltiples atractivas propuestas. Si si, la Estudiantina le gana a la tecnología, aun así, muchos adultos la denostan.
Dicho ello, me generaba cierta contradicción ocupar el espacio de ellos, usar un pedacito de su espacio de ensayo, usar sus calles y hasta su Anfiteatro, porque en definitiva somos adultos metiéndonos en “SU” Estudiantina. Nadie de la Banda de los Abuelos quería que en principio nuestros peques, los alumnos y alumnas de la Indu, nuestros adolescentes se sientan invadidos.
Pero para sorpresa de todos nosotros, nos encontramos con un enorme apoyo de los propios y los extraños, primero porque en APES, su asociación de estudiantes, dieron el visto bueno a nuestra participación. Pero aún más valioso fue ver a adolescentes de variados colegios el celebrar nuestra participación, no solo los de la Indu sino de los demás colegios, de los amigos y amigas de nuestros hijos e hijas que emocionados nos alentaban.
No puedo dejar de sorprenderme, pero inmediatamente pienso que posiblemente sea porque ven a un grupo de adultos, de papás, de mamás, de abuelos y abuelas, que bancan y aman la Estudiantina. Posiblemente sea que ven o encuentran en nosotros lo que desearían de otros adultos, que respeten y valoren “SU” Estudiantina.
La Estudiantina es una identificación excepcional de la ciudad de Posadas, es una identificación cultural relevante de la adolescencia posadeña, que lastimosamente pareciera que al convertirnos en adultos olvidamos automáticamente la cantidad de significancias que tenía para nosotros y que tiene ahora para ellos.
Muchos de los hoy adultos que participaron y que posiblemente hayan disputado con sus padres el valor social de la Estudiantina, hoy son padres y le disputan y cuestionan a sus hijos e hijas eso que otrora defendían, paradojas inexplicables del olvido. Los adolescentes Posadeños siempre defienden “SU” Estudiantina y pareciera que para ser un “verdadero” adulto se debe cuestionar la Estudiantina. Me resulta ello un extraño fenómeno.
Pero por supuesto, no solo ellos celebran nuestra participación, sino que muchísimos adultos nos dicen haberse emocionados, recordar viejas épocas y desear también vivir nuestra experiencia, eso nos sorprendió y nos lleno de orgullo. Lo que habíamos empezado con cuidado y dudas, hoy luego de la primer noche, se transformó en orgullo y satisfacción.
Ojalá esta experiencia sirva para que seamos más generosos con nuestros jóvenes, para que dejemos de juzgarlos. Así como recibimos palabras de aliento, también escuchamos críticas, pero no a nosotros, porque somos “adultos” y entre pares no nos criticamos abiertamente, sino hacia los jóvenes que participan y defienden su Estudiantina.
Ojalá seamos más generosos, así como ellos lo son con nosotros, los jóvenes nos recibieron con cariño y aprecio, ojalá los adultos también seamos así con ellos y respetemos todo el valor que la Estudiantina tiene, les brinda y nos brinda. Gracias chicos.