Aguanten que no pasa nada si no llegas con el regalo para antes del 25. Ese paquete no va a sumar tanto como sí suma a la histeria de las fiestas en estos tiempos de locura. Por si fuera poco, el centro explotado por los coches que gastan diales mientras esperan para llenar el tanque.
¿Tantas ganas hay de ser protagonic@s de esta escena que se repite año a año? Aparentemente, sí. Hay ganas de salir, transpirar, bajarse subirse bajarse y subirse el barbijo, mientas la apestosa aureola debajo de la axila se estampa con tu ropa. Caminar, correr, cruzar en rojo, gritos porque se demoró tu consorte mirando una vidriera.
Pollera, pantalón, camisa, celular, ventilador, termo, tere (que sed). Pasan por la cabeza de las miles y miles de almas que sacan su calculadora, incluyen el aguinaldo y vuelven a sacar cálculos. Tarjeta de todos los colores que en un mes tendrá su efecto: Cara pálida cuando llegue la cuenta.
Pero no importa, porque son las fiestas y nada de eso importa. No paran. Porque es EL momento. Bondis llenos, paradas explotadas, mientas la sensación de térmica indica mil grados a la sombra. Nada importa porque en unas horas se viene el Lechón, el Asado, la Sidra, Vitel Tone, Pan Dulce, Helado y no sé cuántas otras cosas que se ponen en ese banquete de medianoche.
No van a parar. No importa, lo que pase, porque siembre va a pasar que nunca van a parar.