Recién el 31 de mayo de 1933 el Cabildo de Buenos Aires fue declarado Monumento Histórico Nacional de la República Argentina, pese a que allí funcionó el Cabildo de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre, una institución fundada por Juan de Garay en 1580 y que, luego de la Revolución de Mayo, el Cabildo fuera la sede de nuestra Primera Junta de Gobierno. También en el edificio del Cabildo de Buenos Aires funcionó la Real Audiencia de Buenos Aires, el más alto tribunal en el territorio, desde 1661 hasta 1812. Y en 1810 la Primera Junta creó la Biblioteca Pública de Buenos Aires, siendo su primera ubicación, durante dos años, el edificio del Cabildo. Y la pregunta es: ¿Por qué nuestro país demoró tanto tiempo (350 años desde la fundación) en declarar al Cabildo Monumento Nacional?
Resulta que cuando Juan de Garay fundó definitivamente la ciudad de Buenos Aires en 1580, la humildad del asentamiento era tal que no fue construido un edificio para instalar el Ayuntamiento, sino que sus reuniones se realizaban en las casas de los vecinos, encerrando a los presos en las casas de los mismos cabildantes, aunque el lote para el edificio ya había sido asignado. En realidad, el solar, situado al frente de la Plaza Mayor, se encontraba en contra de lo reglamentado por las Leyes de Indias, que establecían que el Cabildo debía ubicarse entre la Plaza y el Templo, junto a las Casas Reales y a la Aduana, en un sector más lejano.
Su construcción finalizó hacia 1610 (30 años después). Como se ve, ya desde esa época incumplíamos las regulaciones y éramos bastante lentos para terminar lo que empezábamos. Debido a que durante varios años no se hizo un mantenimiento del edificio, pronto se lo vio en ruinas. El primitivo Cabildo comenzó a derrumbarse ya en 1632, con lo cual se emprendió la construcción de uno nuevo, que recién comenzó en 1635 y se extendió durante más de cinco años debido a la falta de fondos. Pero parece que la construcción era un tanto endeble, porque fue realizada con material de segunda, así que en 1711 la Corona autorizó a que se realizara una construcción más sólida, que comenzó 14 años después, en 1725.
Claro que, luego de empezar, la construcción fue postergada por la partida de los arquitectos a la ciudad de Córdoba en 1728 en donde se dedicarían a las obras de la Catedral. Los trabajos en el Cabildo porteño se reiniciaron en 1731, y nuevamente se suspendieron en 1732 por falta de presupuesto.
El edificio fue declarado “apto para su uso” hacia 1740 pero recién en 1748 le pusieron las puertas y las rejas y, ante la pobreza del Ayuntamiento, a los carpinteros y herreros se les pagó con barras de chocolate. En 1763 se compró en España un reloj para que con sus campanadas señalara la hora en la orgullosa ciudad de Buenos Aires, pero en 1770 el gobernador Bucarelli ordenó que dejase de sonar, porque le impedía dormir la siesta.
En febrero de 1779, durante una tormenta, la torre del reloj fue alcanzada por un rayo, y dicen que tocó directamente la frase «Casa de Justicia», borrando la sílaba «Jus». (Si usted quiere ver en eso una señal premonitoria, puede). Durante las siguientes décadas el reloj comenzó a sufrir recurrentes averías al punto que un cronista francés comentó (burlonamente, supongo), que el Gobernador terminó ordenando a los relojeros de la ciudad que ajustaran sus cronómetros al reloj del Cabildo, sin importar la hora que fuese. Diez años después este reloj fue reemplazado por uno nuevo, y el viejo reloj español fue trasladado a la iglesia de Balvanera, de la que finalmente desapareció (como la araña del hall central de la Municipalidad de Trelew ¿vio? Igual).
En 1889, debido a la apertura de la Avenida de Mayo, demolieron un costado del Cabildo, desaparecieron los tres arcos del lado norte y el edificio perdió su simetría, hasta que en 1931, siendo presidente de facto José Félix Uriburu, y a pesar de las protestas generalizadas, se demolieron los otros tres arcos del lado sur para abrir la diagonal Julio A. Roca. No importaba, porque todavía faltaba que se demoliera otro pedazo para abrir la Diagonal Sur. El entonces Intendente José Guerrico afirmó que era «un paso hacia la total demolición del vetusto edificio que deberá desaparecer cuanto antes pues así lo reclama el progreso de la ciudad«.
Las protestas del pueblo, y la campaña de los diarios en contra de la demolición, produjeron una movilización pública que terminó por desanimar al Intendente iconoclasta. En agosto de 1932 el diario La Nación manifestaba que «ningún interés puede justificar la destrucción de la reliquia histórica más valiosa de los argentinos«, y entonces, finalmente, en mayo de 1933, se produjo la sanción de la ley n° 11.688 reconociéndolo Monumento Histórico Nacional, 353 años después de su creación, y 123 años después de que fuera la primera Sala de Reuniones de nuestro Gobierno Patrio. ¿Ve que nuestros problemas no vienen de ahora?