Tiene un sistema de encastre que facilita el armado. Son 100% reciclados y altamente resistentes.
A Esteban Dixon siempre le gustó hacer las cosas por su cuenta y bajo esa premisa ideó una fórmula para que construir esté al alcance de cualquiera que se lo proponga. Primero pensó en la generación de madera plástica para la construcción de pérgolas y decks, eso le abrió la cabeza y entendió que su propuesta podía servir para mucho más. Así nació MSA (Madera sin árboles), un desarrollo de ladrillos 100% plásticos que cuenta con un sistema de encastre en los cuatro lados que hace que cualquiera pueda levantar una casa sin albañiles.
En San Justo (Santa Fe), localidad de donde es oriundo, Dixon concentra hoy la producción ya que allí diseñó el prototipo del proyecto que presentó al certamen Naves Santa Fe y que quedó seleccionado entre 10 emprendimientos de la provincia que competirán a nivel nacional.
En cuanto a la iniciativa, el emprendedor piensa en grande y calculó que con el reciclado de toda la ciudad santafesina se podría construir en promedio una casa por mes, aunque baraja otras alternativas para recuperar material de por lo menos 200 kilómetros a la redonda con el objetivo de incrementar el volumen. Salirse de esos límites implicaría un mayor costo logístico y encarecería el producto terminado.
“No necesitás materiales de construcción ni aislantes y tampoco requiere mantenimiento o pintura. Los ladrillos se unen solamente con un martillo de goma y algo de conocimiento en el rubro”, explicó a Punto biz Dixon, al tiempo que afirmó que entre sus planes también está capacitar gente para el armado. Los ladrillos tienen 50 centímetros de largo, 7 de espesor y 10 de alto, son macizos y no involucran otro material que no sea plástico. Hay experiencias similares, pero que conjugan en casi la misma proporción cemento y plástico.
“La diferencia de costo con lo que es el ladrillo tradicional es grande. Hoy por hoy, la recuperación del plástico se consigue por muy bajo precio y eso permite que el valor por metro cuadrado sea en un 50% o 60% más barato”, explicó el emprendedor, aunque estos ladrillos todavía no salieron formalmente al mercado y es difícil calcular cuánto valdría una casa terminada. El ecosistema incluye además vigas, vitales para sostener la estructura y que cuentan con el mismo método de encastre, y el techo sería de chapa con un cielorraso de yeso o madera. En cuanto al público al que apunta, está muy bien segmentado: por un lado, jóvenes de entre 20 y 40 años y, del otro, empresas constructoras, entes gubernamentales y ONGs.
Son siete plásticos los que se recuperarán para armar una mezcla uniforme que permitirá dar resistencia al ladrillo. Si bien todavía es un proyecto en gestación, Dixon tiene confianza en que 2022 pueda ver definitivamente la luz. Recibió ayuda de su familia, sobre todo de su papá que está vinculado a la construcción, y sabe que la vidriera es fundamental para colocar el producto y fidelizar clientes. “Es un proyecto sustentable y que trata de economizar por todos lados, en el metro cuadrado y en la mano de obra. Creo que es una muy buena opción”, sostuvo.