El arte de un buen mate tiene muchos condimentos. El tipo de pava, el método con el que se calienta el agua, el mate, la yerba, la confección y la logística que implica como hacer posible todo esto. Si sin el virus del coronavirus en Argentina ya éramos materos, ahora el ritual comunitario se volvió aún más indispensable. No dejamos de tomar mate: lo reinventamos para que este ritual pueda seguir existiendo a pesar de no poder compartir ni el mate ni la bombilla.
Solo en la Argentina se consumen más de 311,7 millones de kilos por año o 6,4 kg por persona, según el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM). El mate, que es infusión nacional desde 2013, tiene un ecosistema de productos que van surgiendo a su alrededor según pasan los años. Algunos mueren en el olvido y otros son más que bienvenidos, como la simple pero necesaria tapa del mate.
La historia comienza con este mismo razonamiento en la cabeza del creador de Tapamate, Dylan Aguirre, oriundo de Casilda, provincia de Santa Fe. Corría el año 2016 cuando en un viaje de mochilero por el Machu Pichu se preguntó, tras horas y horas de micros llevando el mate en la mano: ¿cómo es que no viene una tapa para el mate? Acto seguido, tomó nota de la idea en su cuaderno de viaje. Nada del otro mundo, hasta ahora, con la diferencia de que Dylan llevó su idea a la práctica.
“No solamente bastó con la decisión de hacerlo, al encontrarme en un campo totalmente nuevo para mí, como lo era el emprendimiento y la creación de algo nuevo, tuve que buscar ayuda en distintos amigos y allegados a la familia, tomar distintos cursos y especializarme en áreas específicas” explica Dylan a LA NACION, contento con la posibilidad de darle más visibilidad a su creación. Con respecto al dinero necesario para darle vida a su emprendimiento, confiesa que además de sus ahorros tuvo que pedir dinero prestado a su familia y usar parte del sueldo del trabajo de ese momento, una panadería.
Desde entonces, Tapamate es un hecho y ya llevan vendidas más de 20.000 unidades: “Como tuvimos una buena aceptación del público empezamos a venderlas de manera online a todo el país. Hoy en día se puede encontrar en varios comercios de distintas provincias, e inclusive en países vecinos como Paraguay, Chile y Uruguay, también pudimos hacer exportaciones a España y Francia” concluye.
Otro de los inventos argentinos es, justamente, la jarra eléctrica para el mate, que fue diseñada por Philips Argentina en el 2006. Por eso, el lanzamiento de Peabody vino a innovar con otra gran idea local: el primer termo que calienta el agua en forma interna. El eTermo requirió una inversión de 60 millones de pesos para su producción local para hacerse realidad. Si bien el producto acaba de ser lanzado, tiene su historia también asociada a un talento local. La idea surge del resultado del primer concurso de diseño presentado por la marca en conjunción con los datos de una encuesta relacionada al consumo del mate, que indicó que el 95% de los consumidores calientan el agua en una jarra eléctrica y después la pasan al termo. El ganador, el diseñador industrial oriundo de Tandil Pedro Sainz, ideó el dispositivo que une al termo con la jarra eléctrica tradicional.
El eTermo tiene un litro de capacidad y sirve tanto para calentar agua para el mate como para un té, ya que tiene dos puntos de temperatura para setear, a 75° y a 92°. Viene con indicador de temperatura y cable de alimentación extraíble, además, de un porta bombilla en la manija y una tapa que sirve de mate.
Y es una alternativa a otro diseño nacional: el termo solar, creado por Christian Navntoft en la universidad de San Martín y luego transformado en una empresa (Solarmate), que usa la energía del sol, como un pequeño termotanque solar, para calentar medio litro de agua poniéndolo al sol.