Por Rosario Villalba*
Hace 48 años arrancaba la última dictadura que sufría la argentina. También la peor. La más sangrienta, la más cruel y la que más incógnitas dejaba.
En estos días se decidió sobre todas las cosas discutir el número de desaparecidos, instaurar que en los 70 hubo una guerra y no un genocidio por parte del estado, que las víctimas no fueron tantas… y que no fueron tan inocentes. ¿lo peor? No son simplemente personas comunes discutiendo esto o reavivando ese discurso, como siempre lo hubo, sino que es la política del gobierno del momento. En un contexto donde la vicepresidenta es pro accionar de las fuerzas en los 70, donde justifica como accionó el estado en esos años, donde abiertamente y con nombre y apellido sus militantes hacen chistes con el falcón verde, donde el mismo presidente se burla del número de desaparecidos en cadena nacional, donde quienes ya nacimos en democracia vemos una nueva cara de nuestros compatriotas: la de aquellos que no creen que este tan mal eliminar –literalmente- al que piense distinto. Estos compatriotas que no son negacionistas, son reivindicadores.
Entonces, en este contexto ¿Qué nos queda a nosotros? Discutir. Pero discutir en serio.
Lo primero que se esgrime en estos días es la culpabilidad de los desaparecidos y la intención de instalar que gracias a la Junta Militar hoy no somos un país minado por guerrilleros. Lo cierto es que para cuando comenzó la dictadura los grupos armados estaban prácticamente desactivados y que los que formaban parte de esos grupos están lejos de ser las principales víctimas del proceso de reorganización nacional. Y ahora es cuando los defensores de este momento histórico te preguntan si estas a favor de lo que hacía –por ejemplo- Montoneros en esa época, porque en este país todo es Boca o River. Lo cierto es que los guerrilleros que cometieron crímenes debieron ser juzgados por un tribunal imparcial y con todas con las garantías constitucionales, como el derecho a la defensa, el cumplimiento de la condena acorde a sus delitos y el debido proceso. Tal como pasó con los genocidas. Pero en vez de eso fueron privados de sus bienes materiales, secuestrados y privados de su libertad, torturados, violadas y obligadas a parir para que vean como mataban frente a ellas a sus bebés o como se lo regalaban a alguien más. No podemos nunca creer que todo lo que sucedió en esos años representa algún tipo de JUSTICIA.
Y la cifra… ¿importa realmente la cifra? Sí, yo creo que sí. Ofelia Fernández dijo en los últimos días una frase que me quedó resonando “30.000 no es un numero caprichoso, pero si es impreciso”. 30.000 es un número que sale de mediciones internacionales donde se calcula la cantidad de denuncias (el famoso numero de 8.753), los informes de la CONADEP (8.961), los archivos desclasificados de la CIA (que daban para el año 1978 alrededor de 22.000 asesinatos) y otros números más, por supuesto, ni uno oficial. ¿Cómo podrían ser números oficiales si los únicos que pueden dar certeza de los crímenes tienen todos los archivos guardados?
Pero banquen, porque acá hay un temita más, si repasamos los números ya mencionados y pensamos además en la cantidad que admitió solo hasta el año 79 en el informe la Embajada de EEUU en Argentina que hablaba de 20.000, si hablamos de que solo entre la ESMA, la Perla y Campo de Mayo pasaron más de 10.000 personas pero que en Argentina hubo 800 campos de detención oficiales parece que el número 30.000 no es cierto, parece chico.
Discutamos la cifra, pero hagámoslo en serio, de una vez por todas. Si la vicepresidenta quiere hablar de un numero duro que les pida a sus amigos condenados por genocidio que presenten los archivos que hace años se les viene pidiendo. Mientras tanto no tendremos números reales. Tendremos el numero de 30.000, de 30.400, seguiremos interpelando hasta conocer la VERDAD.
Y si hablamos de discusiones hay una discusión que me interesa mucho más dar. En los últimos años nos perdimos discutiendo la chiquita en estos temas y nos fuimos olvidando de lo que realmente importa. A veces tenemos que salir de esa y mirar a los ojos de algún desaparecido para darnos cuenta que es lo que estamos discutiendo. Esta semana Taty Almeida habló sobre porque desaparecieron a su hijo: era un obrero. Los estudiantes y trabajadores fueron las dos identidades políticas más afectadas por la dictadura del 76 y esto no es caprichoso. Estos procesos no se dan porque un día un general se levantó cruzado, el Plan Cóndor que se dio en nuestra parte del continente tuvo la finalidad de saquear nuestros recursos, inmiscuirse en nuestra política, violar nuestra soberanía e imponer un plan económico que aumentó en 6 veces nuestra deuda externa, que llevó al FMI a aprobar el mismo día del golpe (y antes de que cualquier estado reconociera a las “nuevas autoridades”) un préstamos por 110 millones de dólares y a estatizar la deuda privada de más de 70 empresas, entre ellas el grupo Macri, Techint y tantas otras por más de 20 mil millones de dólares.
¿Cómo no iban a ser los obreros, los empleados, los estudiantes los peores enemigos de esta sangrienta dictadura? ¿y saben qué? Esto es lo que más me interesa.
No olvidarnos de ellos, de lo que hicieron y sobre todo de su identidad.
El año pasado entre a un museo de la memoria en Córdoba y todo me conmovió, pero particularmente hubo una historia. Yo me paré frente a su foto y leí lo que decía abajo: María Amelia Lesgart era militante universitaria del PJ. En el año 1976 fue a denunciar el secuestro de su hermano, la dejaron detenida por averiguación de antecedentes. AUN CONTINÚA DESAPARECIDA. EN ESE MOMENTO TENIA 24 AÑOS.
Ahí estábamos María Amelia y yo, mirándonos fijo. Las dos teníamos 24 en ese momento, las dos éramos mujeres, militantes universitarias y las dos éramos del PJ. Ahí entendí que no estábamos discutiendo correctamente lo que teníamos que discutir.
Hay algo con la memoria cuando la pensamos en términos del pasado y es que el pasado es inamovible y es inmutable, distinto es cuando pensamos en la memoria como un vínculo para el hoy. Porque este día tiene mucho más que ver con las deudas que tenemos ahora, con la gente que está viviendo con un nombre que no es el suyo, con los que no pueden ir a llorar a sus seres queridos a una tumba, con los que tienen a sus pibes como NN en Malvinas, con un modelo económico de sumisión y explotación, con una violencia entre nosotros a la cual se hace apología desde arriba. Este día tiene más que ver con lo que se viene para adelante que con lo que ya pasó.
A veces nos preguntamos cómo se llegó a un punto tan cruento como ese en nuestra historia y hoy pareciera ser que vamos por ese camino de vuelta, pero no todo está perdido, tranquilos, les traigo buenas noticias y es que existe un maravilloso remedio para que los pueblos eviten cometer los mismos errores: se llama MEMORIA, hay que ejercitarla.
* Staff de Aldiome Misiones.