La dictadura militar que se impuso en Argentina en la segunda mitad de los setenta del siglo pasado no solo reprimió a sectores amplios de la población, sino que desapareció a cerca de treinta mil personas. Por ellos se ha convertido en una marca importante en el tema de la violación a los derechos humanos a nivel mundial.
En la década de los ochenta se construyó gradualmente una democracia que enfrentando importantes resistencias se ha consolidado como un referente para América Latina por haber logrado enjuiciar a cientos de represores y genocidas en una disputa permanente por la memoria.
Entre otros factores, la foto de carácter documental ha contribuido a la creación de un imaginario importante en el que los distintos actores sociales se han hecho visibles en el espacio de la opinión pública.
Una parte de este imaginario está comprendido en las fotografías de Daniel García Marcelo Ranea, Carlos Villoldo, Becquer Casabelle, Pablo Lasansky, Guillermo Loiácono, Rafael Calviño, Omar Torres, Eduardo Longoni, Adriana Lestido, Martín Acosta, Enrique Shore y Rafael Wollman, entre otros autores que dieron sentido y significados precisos a esta realidad con sus imágenes.
En este texto presentamos algunas de las imágenes de estos autores, que dieron la vuelta al mundo a través de la prensa y las agencias. En el caso de México, espacio de convergencia de los fotógrafos latinoamericanos en el exilio en los años ochenta del siglo pasado, estas imágenes dieron lugar a varias exposiciones realizadas en aquella época y que hoy pueden consultarse en el Archivo del Consejo Mexicano de Fotografía (CMF).
En el contexto de la circulación de las imágenes resulta muy interesante pensar acerca de la manera en que se fue construyendo una visualidad fotográfica sobre la dictadura argentina a principios de la década de los ochentas del siglo pasado.
En la dictadura se desplegó una cobertura que reivindicó el punto de vista de los militares y presentó el golpe y la intervención castrense a la opinión pública como un episodio necesario para terminar con la violencia guerrillera y estabilizar el caos económico de la nación. Desde lugares alternos, otros usos y apropiaciones de la fotografía también desempeñaron un papel muy relevante en el cuestionamiento del régimen, por medio de la realización de exposiciones que mostraron a la población una parte de la pobreza, la violencia y la represión ocultadas por el discurso oficial, o a través de la circulación de las imágenes en el exterior por parte de distintas agencias, que difundieron y proyectaron la presencia de distintos grupos de oposición.
En esta breve muestra nos detendremos en algunos referentes importantes de este itinerario en torno a esta resistencia frente a la represión. Tal es el caso de algunas imágenes que se dieron a conocer en el marco de la primera exposición de periodismo gráfico argentino, la cual tuvo lugar en plena dictadura, en el año de 1981, y en la que se mostraron imágenes de más de 70 fotógrafos con una audiencia de cerca de cinco mil personas, lo que constituye una referencia clave y un hito fundacional para el fotoperiodismo de aquel país en las últimas décadas. Se trata de fotos que lo mismo muestran el otro lado de la Argentina pobre y mestiza nunca contemplada en la versión oficial de los militares que una fina sátira y una crítica de la institución castrense exhibida en su alianza con la alta jerarquía del clero católico.
Fotografía núm. 1
Fotografía núm. 2
Fotografía núm. 3
Entre las diversas organizaciones de oposición a los militares sobresale el de las Madres de la Plaza de Mayo, uno de los principales grupos de resistencia civil frente a la dictadura, el cual llegó a convertirse en uno de los símbolos icónicos más influyentes en el ámbito internacional y una referencia clave del imaginario político de la época.
La trayectoria que siguió a la proyección del grupo en la opinión pública se observa primero a nivel internacional y después en el propio país, situando cada etapa en su contexto y retomando el punto de vista de los fotógrafos que se acercaron a ellas y crecieron como aliados estratégicos en esta lucha contra la represión y la censura.
Fotografía núm. 4
Fotografía núm. 5
Este capital simbólico adquirido por un sector de los fotógrafos permitió la construcción de una serie de condiciones de legitimidad para su labor en las etapas posteriores, cuando el cambio de contexto político permitió otra lectura de las imágenes. Así, se documentaron las grandes marchas de protesta y resistencia de la población civil, que retomaron la calle y fueron acotando límites al régimen. Tal fue el caso de las llamadas Marchas de la Resistencia convocadas por las Madres a partir de 1981 y la gran manifestación convocada por la Central General de Trabajadores (CGT) del 30 de marzo de 1982.
La voz y el punto de vista de los propios fotógrafos resultan de suma importancia para una primera contextualización de las imágenes. En los casos de Pablo Lasansky y de Daniel García es importante mencionar su reflexión a estas marchas organizadas por las Madres en el año de 1982, en las postrimerías de la dictadura, cuando otras organizaciones civiles y sindicatos tomaban también la calle y enfrentaban la represión de los militares.
Fotografía núm. 6
Fotografía núm. 7
Fotografía núm. 8
Fotografía núm. 9
El fracaso de los militares en las Islas Malvinas en 1982 fortaleció la presencia de la oposición y representó una segunda derrota castrense frente a las Madres y los organismos civiles, los cuales entronizaron la cultura de los derechos humanos en el imaginario político argentino.
Los fotógrafos hicieron una cobertura que circuló en el ámbito internacional a través de las agencias y poco a poco se fue conociendo en Argentina a pesar de la censura.
Fotografía núm. 10
Fotografía núm. 11
Fotografía núm. 12
La cobertura de la tragedia de Malvinas en los meses posteriores al conflicto dio visibilidad a la política criminal de los militares que llevaron las trincheras a miles de jóvenes mal armados a enfrentar la muerte, abandonados por sus superiores frente a un ejército profesional. En los siguientes años se fue entrelazando la percepción pública entre el destino de muchos de estos jóvenes y la tragedia de los otros miles de desaparecidos durante el régimen en los años anteriores, lo que permitió una re-significación del capítulo de la guerra y otra lectura de las imágenes. Algunas fotografías favorecieron este tipo de mecanismos y condensaciones en la memoria colectiva de varias generaciones.
Alfonsín obtuvo la presidencia en octubre de 1983, basado en una campaña de defensa de las libertades cívicas y de restauración democrática, lo que le granjeó el apoyo de amplios sectores de la clase media y de un vasto sector de la población juvenil.
Fotografía núm. 13
El consenso inicial generado en torno a Alfonsín le permitió avanzar en el terreno de los derechos humanos y lo llevó a anular la autoamnistía proclamada por los militares en la agonía de la dictadura y a crear la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (conadep).
Dicha comisión investigó, bajo la presidencia honoraria del escritor Ernesto Sábato, los crímenes cometidos por la dictadura y documentó en 1984 la desaparición de cerca de 9 mil personas en un informe que se llamó: Nunca más y que el propio escritor entregó al Presidente y se convirtió en todo un hito para la historia de América Latina.
Fotografía núm. 14
La intervención de las imágenes en este proceso desempeñó un papel de vital importancia, ya que su difusión contribuyó a visibilizar por primera vez en la opinión pública argentina la existencia de diversos centros de cautiverio y exterminio y se convirtió en una referencia clave al darle un rostro concreto a este tipo de represión negada categóricamente en los años anteriores por la dictadura militar en distintos foros nacionales e internacionales.
La información de Nunca más fue utilizada en el llamado “Juicio a las Juntas” en 1985, el cual puso por primera vez en el banquillo de los acusados a los oficiales de mayor jerarquía del régimen y condenó a prisión a varios de ellos. Dicho juicio consistió en un proceso judicial llevado a cabo por la justicia civil por órdenes del presidente Alfonsín en contra de las primeras tres juntas militares de la dictadura por violaciones a los derechos humanos. El proceso tuvo una gran repercusión internacional, puso a la vanguardia a Argentina en estos temas y concluyó con la reclusión perpetua para los genocidas Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera, así como severas penas para los otros inculpados.
Fotografía núm. 15
En los siguientes años se produjo el desgaste del régimen de Alfonsín y se dio la primera operación golpista por parte de los militares, expresada en la rebelión de los “carapintadas” en la semana santa de 1987, cuando un grupo de oficiales de extrema derecha encabezó una protesta para frenar la acción gubernamental de los juicios castrenses y pedir una amnistía general para los militares.
Fotografía núm. 16
Una multitud de ciudadanos se reunió en la Plaza de Mayo para expresar su repudio a los represores y el apoyo a la democracia. Pese a ello, el presidente Alfonsín negoció con los militares e impuso una fecha límite para documentar las violaciones a los derechos humanos para llevar a juicio a los represores.
Con este tipo de medidas el régimen que había despertado tantas expectativas democráticas provocó un gran desencanto en el tema de los derechos humanos al promulgar las llamadas Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que otorgaban la amnistía a los militares y civiles violadores de los derechos humanos. Con todo ello Alfonsín terminó su mandato en medio de un gran descrédito.
24El gobierno de Carlos Saúl Menem consolidó estas bases de impunidad política con el decreto de una serie de medidas para favorecer a los represores y consolidar una política de reconciliación y pacificación nacional. Para ello agregó una buena dosis de corrupción, revestida como política de privatización.
En su gestión, Menem decretó diez indultos entre octubre de 1989 y diciembre de 1990 dirigidos a civiles y militares que cometieron distintos crímenes durante la dictadura, incluyendo a los militares juzgados en el Juicio a las Juntas celebrado en 1985.
Pese a todo, a mediados de la década de los noventa del siglo pasado las cosas comenzaron a cambiar en distintos sectores de la sociedad. En aquella época se fundó la organización llamada hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, que aportó un nuevo brío generacional a la lucha por los derechos humanos, incorporando distintas formas de protesta que señalaban públicamente la ubicación y presencia de los represores en la sociedad. En este nuevo proceso confluyeron la creación de este tipo de organizaciones junto a la lucha más antigua de Madres y Abuelas para recuperar a los nietos apropiados por la dictadura, un delito que se declaró en 1998 crimen de lesa humanidad, lo que posibilitó volver a juzgar a los generales Videla y Massera, así como a muchos otros civiles y militares e impulsó una nueva voluntad de conmemoración que cobró fuerza en el veinte aniversario del golpe, lo cual se materializó en la creación de nuevos sitios de memoria que impactaron el territorio urbano.
En este contexto y bajo las coordenadas de una nueva coyuntura, en la que lo documental es replanteado desde otras ópticas y perspectivas, se inserta el trabajo de diversos fotógrafos que han realizado un importante ajuste de cuentas con el pasado y al mismo tiempo han proyectado una visión muy importante sobre el tema de la memoria y los derechos humanos.
A principios del nuevo siglo la crisis política y económica de la Argentina tocó fondo. El nuevo régimen de Fernando de la Rúa enfrentó una gran movilización social que se expresó en su contra. El gobierno reprimió la protesta civil y asesinó a varios manifestantes en las jornadas de la revuelta del 19 y el 20 de diciembre del 2001.
Fotografía núm. 17
Se trató de una protesta social que tomó las calles de la ciudad de Buenos Aires el 20 y 21 de diciembre del 2001, en oposición a la recesión económica iniciada varios años antes y que llegó a su máxima expresión con la imposibilidad de sacar los ahorros de los bancos en un operativo que pasó a la historia con el nombre de “corralito”.
En el 2003 inició su gestión un débil gobierno a cargo de Néstor Kirchner, que accedió al poder con un déficit de legitimidad, producto de una victoria en primera vuelta de su opositor Carlos Saúl Menem, el cual ya no se presentó a la segunda ronda electoral y dejó al nuevo mandatario con sólo el 22% de los votos, aunque en una situación económica menos dramática que en los años anteriores.
En este contexto, Kirchner fue construyendo una base de gobierno más amplia a través de la implementación de una política de Estado que recuperó de manera explícita la bandera de los derechos humanos. En su régimen y en las posteriores gestiones de su esposa, Cristina Fernández, se incrementaron de manera significativa las acciones judiciales contra los represores, y sobre todo se implementaron medidas concretas para la recuperación de la memoria desde el punto de vista de las víctimas.
Una de las decisiones más significativas fue la recuperación estatal del enorme predio de la mencionada Escuela Mecánica de la Armada, la esma, uno de los lugares emblemáticos de la tortura durante la dictadura.
Fotografía núm. 18
Más allá de la discusión y debate en torno a íconos y símbolos, la política estatal de los Kirchner presentó entre los años 2003 y 2015 un balance positivo en el que los alcances resultaron significativos, sobre todo si se analizan los logros en el terreno del rescate de los derechos humanos en Argentina durante ese lapso y se cotejan con las acciones realizadas por los gobiernos democráticos de Chile, Brasil y Uruguay durante el mismo periodo y para el mismo tema, para no hablar de los regímenes en países de otras regiones, como México y España, cuyo margen de rendición de cuentas con respecto a sus pasados autoritarios ha sido casi nulo por la impunidad.
Los límites y omisiones del modelo argentino creado durante la era de los Kirchner también resultan importantes. Uno de los más relevantes tiene que ver con la construcción de una memoria oficial en torno a los derechos humanos promovida desde el Estado, gestándose una especie de “institucionalización” de la protesta, la cual contrasta con la existencia de memorias independientes y marginales, alejadas de los centros de poder y que todavía hoy reclaman ser tomadas en cuenta en el territorio de la memoria.
En este panorama de luces y sombras se ha producido la construcción de una poderosa memoria colectiva en las últimas cuatro décadas, sustentada por distintos usos y apropiaciones de las imágenes, la cual continuará encontrando nuevas rupturas y continuidades a lo largo del nuevo siglo, como lo muestra la reciente victoria de Mauricio Macri, que ha generado un viraje importante en la política gubernamental en torno al tema de los derechos humanos, cuyas repercusiones habrán de ser analizadas en los próximos años. Por lo pronto, la capacidad de resistencia y movilización y la legitimidad de las Madres y otros grupos de derechos humanos en la sociedad argentina está intacta, como lo muestra la marcha de medio millón de personas que protestaron en las calles de Buenos Aires y en el interior del país el pasado 10 de mayo de este año contra la decisión de la Suprema Corte de Justicia de tratar de liberar de manera anticipada a torturadores y genocidas, responsables de crímenes de lesa humanidad.