En un tugurio de la capital salteña, inmersos en la más cruenta dictadura militar, ese verano sería testigo de los primeros acordes de una de las bandas icónicas del rock nacional en un escenario.
Las fechas y los lugares muchas veces resultan anecdóticos. La historia de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota relacionada a la provincia de Salta pareciera ser una de ellas.
El norte del país será para una de las bandas mas influyentes del movimiento contracultural argentino el lugar de la fragua que los viera nacer sobre tablas, al cual nunca más regresarían en su larga y exitosa carrera.
Comienzos de Ricota
Aquellos años iniciáticos para el futuro grupo se pueden ubicar a mediados de los años ’70, momentos en los que la troupe conformada por diversos artistas se reunía en la ciudad de La Plata.
Dichos inicios son relatados por los integrantes del “Comado Luddista”, un grupo de “ricoteros audiovisuales” y fanáticos de la banda que a partir de la realización de un documental con la intención de contar la historia de “Los redondos”, recibieron un legado fílmico de largas horas de grabación de manos de Guillermo Beilinson, hermano del fundacional guitarrista Skay Beilinson y parte de aquella troupe.
“Lo que cuentan los protagonistas, todas personas que participaron en aquellos años de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, es que al principio lo que sucedía era un encuentro multiartístico. Gente que llevaba adelante muchas disciplinas. Había músicos, actores, actrices, bailarinas, monologuistas, fotógrafos, artistas plásticos, cineastas, y sobre todo mucha gente que participaba bailando, porque fundamentalmente lo que hacían era una especie de fiesta. Hay que recordar que esto sucedía en la segunda mitad de los años 70’, estábamos en la última dictadura y realizar esos eventos, que eran por supuesto clandestinos, era sumamente peligroso. Entonces en estas fiestas lo que hacían era justamente tratar de encontrar esa libertad que no existía por fuera”.
Los “Luddistas” remarcan que “En ese momento realmente no había proyecto de una banda de rock. Evidentemente era algo muy incipiente. Era un colectivo multiartístico que en ese contexto intentaba mantener a salvo el estado de ánimo y el espíritu. ‘Los Redondos’ hasta el viaje a Salta eran un colectivo del que podrían haber surgido distintas manifestaciones que poco tuvieran que ver con el rock, o por ahí sí mucho con el espíritu rock, pero no con la parte estrictamente musical. Es importante remarcar que uno de los datos que no sabíamos con el que nos íbamos a cruzar, es que Los Redondos son una banda de rock casi por una cuestión circunstancial o coyuntural del momento. Lejos podría decirse que estaban hechos para ser una banda de rock que iba a dejar una huella en la historia de la cultura argentina”.
La conexión con Salta llega de la mano de Skay Beilinson, guitarrista y fundador de la banda, quien en una entrevista con la revista Rock Salta comenta “La historia empezó en el año 76 que vino el golpe militar. La Plata se puso muy jodida, tuvimos dos allanamientos y nos salió la posibilidad de ir a Salta. Mi viejo había comprado unas tierras ahí con otra gente. Era a 300 kilómetros de la ciudad de Salta. Cuando llegamos y vimos lo que era eso… un delirio total. Estuvimos ahí en Salta viviendo casi tres o cuatro años”.
Aquella dura experiencia de Skay y su compañera Poli en el campo salteño, servirá para comenzar a explorar la mística norteña: “Aprovechando que estábamos allá, recorríamos todo el Norte. Conocimos gente preciosa y les contábamos que teníamos una banda de músicos delirantes, que eran Los Redondos, que en aquel momento ni siquiera teníamos nombre. Entonces empezamos a buscar un lugar para hacer algo”.
En tanto el luego vocalista de la banda, Carlos “Indio” Solari, relata en su libro de memorias “Recuerdos que mienten un poco” que “Un día llegan Skay y Poli de Salta donde administraban un campo de los Beilinson. Me vienen a ver, me dicen que quieren reunir a Los Redondos. Entonces nos largamos a hacer las primeras canciones… y estaban buenas, qué sé yo. Skay armaba las bases, yo hacía las melodías y ponía las letras (…) Yo seguía trabajando en una estampería de City Bell, y uno de nuestros clientes, a quien le vendíamos mucho, era el Mono Cohen, Rocambole. El Mono tenía en La Plata un negocio que se llamaba Indra (…) como nos compraba mucho, le dábamos crédito. Pero un día se fundió. Y nos debía guita. Entonces dijo: Lo que sí puedo hacer es pagarles el micro para ir a Salta”.
Un viaje alucinante
“Y así fue. El ómnibus lo manejaba un tal Rubén. No nos matamos de pedo…”, relata con crudeza Carlos Solari al rememorar lo que fue aquella travesía de 1600 km hasta el norte del país
Sin embargo aquel presagio de Solari resultó solo un mal presentimiento. El viaje continuó alocado y lisérgico tal como lo recuerda “Indio” en su libro: “Viajamos con unos franceses con los que habíamos trabado relación. (…) Cuando llegamos a la ruta ya nos habíamos chupado todo el whisky. Lo hicimos en plena dictadura. ¡Nos paraban en todas partes! (…) planificamos para la mierda. Llegamos a Santiago del Estero al mediodía bajo el sol ardiente. Antes habíamos hecho una parada, nos empezaron a rodear pibes que nos ofrecían sandías frescas. ¡Parecían haber salido de abajo de las piedras! Cuando caímos en Río Hondo, preguntamos dónde había una pileta pública. Necesitábamos refrescarnos desesperadamente. Nos recomendaron un lugar y fuimos. Nos tiramos de una, abrasados por el calor… y descubrimos que el agua estaba hirviendo. ¡Hacía más calor dentro de la pileta que afuera! Después comimos un chivito de mierda… muy mal hecho, quiero decir, y seguimos viaje”.
Los integrantes del “Comando Luddista” agregan en este sentido sensaciones y conjeturas derivadas de las grabaciones recibidas “Pasaban por lugares increíbles y en situaciones increíbles. Por el desierto en Santiago del Estero comiendo sandía, en medio de los retenes policiales, todos tomando whisky. Tal como lo plantea Guillermo Beilinson, el viaje tenía un espíritu liberador, una suerte de viaje dionisíaco. De hecho hay un momento que están en la mitad del viaje en estado de embriaguez queriendo empujar un tonel gigante en medio de unas bodegas. Se ven momentos de una troupe que esta viviendo plenamente algo de lo poco que se podía hacer en medio de ese contexto que era realmente abrumador en plena dictadura militar. Y estos eran un montón de alucinados intentando hacer rock en una provincia del norte de nuestro país”.
En cuanto al viaje Solari rememora “Me vienen a la mente postales del viaje. Estábamos todos de ácido. En un momento me senté en una ventanilla, con la mitad del cuerpo afuera. Yo tenía un acullico en la boca y una botella de Criadores en la mano. Y abajo estaba el abismo, el puto precipicio…”.
El Comando Luddista resalta que “La sensación que uno puede percibir de la estadía en la Ciudad de Salta, es la de un grupo de artistas y estudiantes que estaban en un total estado de creación, con todo lo que eso implica. Incluso en el documental se pueden ver varias imágenes que hablan por sí solas. A algunos integrantes se los ve jugando alocadamente en la históricas recovas del Cabildo de Salta, entre juegos y psicodelia. No se sabe qué estaba pasando ahí. Por lo que uno puede entender todo fue muy disparatado, un choque de culturas en cuanto a la propuesta que traían los redondos y la cultura salteña. Sin embargo, ese viaje tuvo como resultado el origen de Patricio Rey”.
Debutan los Redondos
Aunque inmersos en la locura dionisíaca de aquel viaje iniciático, a la futura banda les esperaba un compromiso asumido en la capital salteña para brindar un show.
El lugar que los recibiría sería “El polaco”, un tugurio a escasos metros de la plaza principal de la ciudad donde deambulaban noche a noche poetas, músicos y bohemios de aquella Salta setentera.
“Ese fue el verdadero debut de la banda, porque hasta ese momento no habíamos hecho más que boludear. Y suponía un bautismo de fuego: era la primera vez que íbamos a tocar delante de un público que no estaba compuesto por amigotes (…) “El bar donde tocamos se llamaba ‘El Polaco’ y el concierto en sí mismo fue un desastre. Había más gente arriba del escenario que abajo. Pero de todos modos armamos la clase de quilombo que era nuestra especialidad”, remarca Solari en sus memorias editadas en 2019.
Si en algo coinciden tanto protagonistas del show como público presente, es que aquel recital poco tuvo de trascendental a nivel artístico. Parecía una locura mas de las tantas que se podían vivir en “El Polaco” noche a noche o en las performance de la troupe. Sin embargo, aquella velada salteña será la primera en que la banda platense suene en un escenario.
Después de aquella noche
Pasaron 44 años. El debut de la banda fue en la ciudad que, paradójicamente, nunca mas los volvió a recibir como grupo. La mística norteña pareció ser su fragua dejándoles el camino marcado como redención inicial.
En cuanto a los caminos transitados, el destino de la banda es más que conocido y resulta referencia ineludible para la cultura rock. No solo por su música sino también por lo que socialmente representaron y siguen representando en sus distintas manifestaciones.
La suerte de “El polaco” no fue la misma. Cerró sus puertas como bar. Mutó en diferentes formas como local de alquiler y hoy se encuentra en remodelación sin rastro alguno del pedazo de historia que guardan sus paredes.
Al margen de los caminos y las derivas históricas, lo cierto es que aquel tugurio recibió a la delirante troupe platense y juntos formaron la trama que permitió sonar por primera vez en su historia a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. De aquello, Salta fue testigo.