Por: Guido Encina
Argentina ¡qué país! País donde la discusión política pasa por un pibe de 20 años que hace música popular para el piberío. Trap, cumbia, letras de una realidad que escapa a los señores que lo analizan hoy por distintos medios o de una dirigencia que lo tironea para un lado y otro de la grieta.
Cristina Kirchner lo nombró como un ejemplo de alumno que recibió una compu de un programa de su gobierno y causa de ello pudo hacer música que hoy es un éxito. Aplausos en el auditorio. L-Gante (se pronuncia como se lee, señora) fue conocido por los odiadores seriales de siempre que analizaron sus letras y vincularon de manera muy simplista sus letras con una ideología partidaria; Una idiotez supina.
Pero L-Gante salió a despegarse y comentó que esa computadora la había comprado a alguien que no usaba ese ordenador, con la calco de conectar igualdad. Entonces el músico pasó a ser algo más simpático para los odiadiores de siempre, entonces lo llamaron, escucharon atentamente a la espera de una definición que le sirva. Sin embargo, el pibe mostró la astucia suficiente para sentar que no le interesaba la paupérrima discusión política de nuestra bendita (o no) tierra.
En definitiva, hay algunas cuestiones que no se analizan como la visión sesgada de una dirigencia y periodistas que no atiende las cuestiones de fondo: La deserción escolar, la problemática de la pobreza y el acompañamiento a nuestros jóvenes de mayor estado de vulnerabilidad. Por ende, es lógico que no se comprenda el éxito de un pibe de barrio que dedica su tiempo a contar su contexto.
Además, esto debe ser un llamado de atención para quienes desconocen el efecto de las redes sociales, las nuevas maneras de consumir lo artístico y cómo funciona esa lógica que se aleja que los medios tradicionales, porque son los mismos medios tradicionales (salvo algunas excepciones) quienes marginan a estos estos fenómenos sociales cada vez menos interesados en las estructuras impermeables a otras realidades ajenas.
Hace tiempo, Argentina se transformó en un país tan deformado como el mismo seudónimo del pibe trapero que de ser llamado “elegante” a complicarla en el motor de búsqueda. Nuestro país es tan complejo como entender que para encontrar a un músico de moda hay que escribir dos consonantes en mayúsculas que tiene entre medio un guion y una sonoridad incómoda.